2006/09/19

Llueve sobre mojado y homenaje n° 1


Hay momentos en la vida de una persona en la que todo parece ir de maravillas. El mejor ejemplo es cuando en el colegio nos sacabamos un siete en matemáticas, o cuando de adolescente el chiquillo, lolo o mino de tus sueños te sacaba a bailar ese lento de Bon Jovi en la fiesta de la amiga, o ahora de adulta, cuando te resulta una pega mejor o te ganas un proyecto o te dan un reconocimiento. Y generalmente esas cosas buenas te hacen ver el mundo de otra manera y uno se imagina que camina por las calles iluminadas por el sol. Entoncestu vida se parece a la fantasía creada por el protagonista de "abre los ojos", antes que se diera cuenta que estaba congelado y bla, bla,bla, mejor vean la película (la de Amenabar, no la versión yanky y mala de Tom Cruise, por favor).
Pero asi como hay tiempos buenos, hay malos. Y pésimos. Yo estoy en medio de una de esas tormentas, intentando mantener la calma y el optimismo. Parece que el quirofano cambio mi karma. Después de la historia que ya saben, de la raquidea y la gripe, volví en gloria y majestad a la rutina. A la semana siguiente me robaron la billetera, documentos mios, de mis hijas y toda la plata del mes incluída. Y a la siguiente el celular. Pero en realidad, es casi un detalle.
Esa misma semana falleció un tío. No era un tío cualquiera, sino por el contrario, era de aquellos que imprimieron en tu vida momentos preciosos, momentos que forman la columna vertebral de quien eres ahora. El ya no está, pero cierro los ojos y recuerdo claramente los viajes a Los Lagos, las tardes con el sol en la ventana y su casa, tan hermosa y sencilla hecha de madera y decorada con artesanía. Y esas noches de canciones y guitarreos, los sillones azules y yo, de niña escuchando intillimani, Los Quilas, Alfredo Zitarrosa, en los tiempos en que hasta pensar era peligroso. Por eso llegó mi tío al Sur, por eso llegó mi padre al Sur, por eso estuvimos cerca y nos visitabamos periódicamente. Ellos tenían esa experiencia común que los unía más que a dos hermanos.
Dicen que mi tío, cuando salió de la carcel el 73 no conseguía trabajo. Y comenzó a hacer jugetes de madera para vivir. Despues se convirtió en el querido médico del pueblo. Así pasaron los años y el emigró al norte. Cuando supe de su enfermedad, quise ir a verlo, decirle lo importante que fue para mi, agradecerle tal vez lo que sin saber me enseñó. pero lo cotidiano pudo mas y me quedé con las ganas.
Sin embargo, miro a mi alrrededor y veo mi casa de madera adornada con artesanias, veo mi música y los DVD y leo "intillimani, Homenaje a Allende, Alfredo Zitarrosa, Los Jaivas", en fin, la música que escuchaba en esos largos viajes a Los Lagos y después en su casa. Y me doy cuenta que él está aquí, más que nunca. Porque está en mi casa, en mi vida cotidiana. Y también en mucho de lo que soy.