Retiro todo lo dicho

Mil perdones por haber señalado en este mismo espacio que el Viejo Pascuero no existe y haber dudado de la existencia de Dios. Que él mismo me perdone.
El 24 fue una noche como no era hace muchos años. Fue la primera Nochebuena que mi mamá está sin sus padres, pero también fue su primera Nochebuena como invitada y mi primera de anfitriona y dueña de casa.
Cuando veía a mis hijas abrir sus regalos, reírse eufóricas, cantar villancicos y comerse el pavo de Navidad con las manos, mientras sus abuelos las miraban con cara de ternura infinita, retrocedía 25 años en el tiempo y me veía a mi y a mi hermano eufóricos la Nochebuena, a mi madre y mi padre en su casa como anfitriones de las fiestas y a mis abuelos mirándonos con cara de ternura infinita.
Y veo que todo es un ciclo.
Que la vida es un círculo.
Que estoy cumpliendo otro rol en esta vida.
Que el día de mañana espero una Navidad mirando con cara de ternura infinita a mis nietas jugar.

Y veo que ese es el regalo más grande que Dios, la vida, la naturaleza, o el Viejo Pascuero, me pueden dar.